sábado, marzo 26, 2005

Reflexiones sobre la muerte de mi padre 1ra Parte

ESCRITO POR Juan P Chamorro UN TIEMPO DESPUÉS DE LA MUERTE DE SU PADRE.

Sufriendo juntamente con Dios

El 4 de abril de 2003 enfrenté uno de mis más grandes temores. Mi padre, un hombre que ha inspirado e influenciado mi vida grandemente, inesperadamente murió a la edad de 66 años de un aneurisma cerebral que tomó su vida en cuestión de 24 horas. Mientras mi padre envejecía, yo meditaba a menudo en cómo enfrentaría el día de su muerte, pero cuando aquel día llegó nada sucedió como lo había anticipado. Al principio no quería viajar del Canadá, en donde estaba terminando mi especialización, a Colombia a vivir el proceso de ver a mi padre morir, luego verle en un ataúd, y finalmente participar de su velorio. Yo tampoco quería estar rodeado del dolor y llanto de mi familia y aún más no quería ver el sufrimiento de mi mamá Lolita. Al final decidí viajar, y junto con mi esposa Viviana estuvimos casi un mes en Colombia. A continuación está mi reflexión sobre cómo viví el dolor de la muerte de mi papá.
Lo que aprendí de esta dolorosa experiencia fue que como cristiano no me había preparado para enfrentar la pena y el sufrimiento. No sólo esto, sino que otras experiencias pasadas de sufrimiento no me habían madurado realmente, solo me habían dado el conocimiento de lo que era experimentar sufrimiento. Cuando la muerte de mi padre llegó, fue como si anteriormente yo sólo estuviera contemplando desde lejos experiencias dolorosas, pero ahora ya no era un espectador más sino un actor principal. El teólogo inglés Alister McGrath ilustra ello diciendo que una cosa es estar en un balcón mirando el sufrimiento de otros en la carretera, y otra cosa es estar en la carretera experimentando sufrimiento. El Dr. McGrath también añade que aquellos en la carretera tienen dificultades “prácticas” que enfrentar, y no solo “teóricas” como aquellos que están en el balcón. Yo había leído, escuchado y visto la pena y el sufrimiento antes, es más, sabía como cristiano que pena y sufrimiento tenían “significado” y “propósito” pero saber esto no disminuía el dolor. Aunque tenia conocimiento “teórico” del sufrimiento, ahora lo experimentaba de manera “práctica” y personal.
Cuando sucedían cosas difíciles, mi padre siempre me enseñó a no preguntarle a Dios “¿por qué?” sucede algo, sino más bien “¿para qué?”. En mi caso lo único que quería preguntarle a Dios era “¿cómo?” podría sobrellevar este dolor, pues no me era suficiente poner mi esperanza en saber que este dolor que sufría era momentáneo y que muy pronto las cosas mejorarían, o consolarme pensando en lo expresado en Romanos 8:28, que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman. . . . Yo sabía en mi corazón que el dolor que sentía por la muerte de mi papá no era algo que debía ignorar, o tratar de arreglar con una frase positiva o una falsa esperanza; entendía que este dolor que sentía debía experimentarlo en toda su magnitud. Por eso la pregunta que le hacia a Dios era: ¿Cómo debo sufrir?
Durante este periodo de duelo, la lectura de 1 de Pedro fue para mí una excelente fuente que explica a los cristianos quienes están pasando por duras pruebas, no sólo las causas del sufrimiento, sino también la forma de enfrentarlo. En 1 Pedro el apóstol Pedro afirma que el cristiano probablemente sufre por su propio pecado (1 Pedro 4:14), por el pecado y la maldad del mundo (1 Pedro 4:4-5), o porque esto es la voluntad de Dios (1 Pedro 3:17). En mi caso, era claro que estaba sufriendo porque había sido la voluntad de Dios el llevarse a mi padre, y como resultado todos aquellos que lo amamos inevitablemente experimentaríamos dolor. Pero el saber que Dios, de acuerdo con su voluntad, se había llevado a mi papá no ayudaba a disminuir lo que sentía. Todavía no entendía cómo hacerle frente a esta situación.
Fue entonces cuando una lectura más pausada de 1 Pedro 2:21 llamo mi atención. Este pasaje expresa: Para esto fueron llamados, porque Cristo sufrió por ustedes, dándoles ejemplo para que sigan sus pasos. Este versículo fue revelar para mí porque me hizo comprender que Cristo realmente experimentó y experimenta el dolor y el sufrimiento conmigo. Es precisamente cuando la vida carece de significado y cuando uno está resquebrajado como resultado del dolor y la pena, cuando Dios me toma más cerca y camina conmigo durante este momento difícil. El Salmo 23:4 lo expresa de esta manera: Aun si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno por que tú estás a mi lado. . . . Esta es para mí la verdadera esperanza, no que todo será mejor al final, sino que cuando nada parece tener sentido, Dios esta allí por mí y no contra mí, que él esta sufriendo juntamente conmigo, y mucho más importante que él esta ahí para mostrarme su amor acompañándome durante el proceso de sufrimiento.

Sufriendo juntamente con Dios: más reflexiones sobre el sufrimiento
El Dr. David Augsburger, profesor de Consejería Pastoral del Seminario Teológico Fuller, en su artículo “Lamentándose” discute que es saludable para los cristianos vivir un proceso de lamento cuando se pierde un ser querido. Un proceso que incluye: “shock, regresión y adaptación.” De igual manera él sugiere que este proceso es algo que una persona puede experimentar durante un largo periodo de tiempo, y que la adaptación viene mucho después de haber pasado por un ciclo repetitivo de “shock” y “regresión”. Finalmente afirma que mientras se está viviendo este proceso Dios está ahí experimentando cada momento doloroso con la persona. La lectura de este artículo me brindó la libertad de entender todo lo que estaba viviendo como un proceso que requería de tiempo y no como una situación que tenía que eliminar lo más pronto posible.

El proceso de sufrimiento: “Shock”
Cuando mi esposa y yo llegamos a Colombia el 4 de abril lo primero que escuchamos en el aeropuerto fue que mi papá había muerto. Nosotros habíamos esperado verle en el hospital mientras él estaba todavía conectado al respirador, pero desafortunadamente llegamos demasiado tarde. Del aeropuerto fuimos inmediatamente a una sala donde estaban velando a mi papá, y fue ahí donde viví la primera experiencia que me sacudió: verle a él dentro de un ataúd. Esto era algo que yo siempre me había prometido no hacer, pero terminé haciéndolo porque quería decirle mi último adiós. Seguidamente, dialogando con mi familia me enteré de los detalles de cómo mi padre había muerto.
El día que mi padre murió, él estaba predicando la palabra de Dios a los misioneros que trabajaban con él. Mi padre murió con la palabra de Dios en sus labios. Esto fue muy alentador ya que él no murió acostado en su cama viendo televisión, o en un accidente automovilístico, o como es común en Colombia en una trágica muerte como resultado de la violencia. Mi padre murió de la forma en que él había vivido, y yo pude sentir como Dios estaba consolándome dejando bien claro que era él quien había decidido tomar la vida de mi papá y no un infortunado accidente. Yo terminé aceptando la muerte de mi papá como un regalo de Dios para él y como una gran lección para ser aprendida por todos nosotros, aunque esta lección en el momento no era muy clara para mí.
Dos días después de su muerte lo cremamos y yo pensé que podía cerrar este duro episodio de mi vida, pero lo que no sabía era que todavía tenia que ir dentro de todo un proceso que apenas comenzaba. La etapa de “regresión” estaba por venir, y la de “adaptación” se encontraba mucho más lejos.

El proceso de sufrimiento: “Regresión”

Cuando tuve que regresar a Canadá me enfrenté a uno de los más grandes desafíos de mi vida, el cual era presentar los exámenes finales de mi especialización que me toco dejar en espera cuando partí a Colombia. Yo pensé que iba a ser capaz de terminar el semestre sin ningún problema. Pero la presión de estudiar para estos exámenes, y el profundo dolor que sentía me hicieron experimentar una regresión como nunca antes la había vivido. Yo estaba actuando como un niño de siete años; me sentía inseguro de no poder terminar el semestre e impaciente por las largas horas que tenia que pasar estudiando. Esta etapa me llevó a concluir que nada era suficientemente bueno para mí; que nada era capaz de darme consuelo y traerme paz. Yo estaba triste, sentía rabia, estaba cansado, confundido y desanimado por cada segundo que gastaba haciendo las tareas. Ni siquiera la palabra de Dios, o el apoyo de mi familia me podían consolar. Pero lo único que me trajo paz fue el reflexionar sobre la paternal presencia de Dios a mi lado.
La forma en que experimenté a Dios durante esta etapa de mi vida fue en su silencio y paciencia; en no castigarme por mi rabia, sino más bien por llorar cuando yo lo hacía y por y sentir las mismas cosas que yo sentía. El Dr. McGrath escribe: “Así como Jesús lloro sobre la tumba de su amigo Lázaro, así Dios es movido por nuestra tristeza.” En vez de sentir que Dios me estaba mirando desde lejos, yo le sentí a mi lado, como un padre que espera pacientemente por la recuperación de su hijo enfermo.
El Dr. J. I. Packer, profesor de teología en la universidad donde estaba estudiando, afirma con respecto al sufrimiento: “Sufrir adecuadamente nos lleva devuelta a pensar apropiadamente, vivir apropiadamente y alabar apropiadamente. ¡Dios busca esto! ‘Bienaventurados aquellos que sufren, porque ellos serán confortados’ (Mat. 5:4)”. Para el Dr. Packer la forma de lamentarse apropiadamente es simplemente ser honesto con Dios, honesto con uno mismo, y dejar que sea el médico divino que a través del tiempo sane la pena y el dolor. Más aún, sufrir “adecuadamente” no consiste en buscar cómo el comportamiento de uno glorifica o no a Dios, sino en entender que existe una bendición para aquellos que no luchan contra el sufrimiento. El desafío es entonces experimentar esta pena plenamente, tomados de la mano de Dios.
Yo no pienso que haya experimentado la última etapa del proceso de lamentarse, la etapa de “adaptación”. Estoy todavía yendo y viniendo entre el duro golpe de la muerte de mi padre y sintiéndome como un niño cuando enfrento situaciones desafiantes. Pero ahora entiendo que hay una bendición en el sufrir, y pienso que esta bendición es saber cuán cerca esta Dios en este difícil momento, y que solo tengo que dejar que Dios me ame durante este proceso de dolor. Aunque veo la “adaptación” lejos en el horizonte, de todas formas puedo cantar confiadamente el Salmo 23:4:
Aun si voy por valles tenebrosos,
no temo peligro alguno
porque tú estás a mi lado;
tu vara de pastor me reconforta.


Sufriendo juntamente con Dios: últimas palabras sobre cómo sufrir

La más difícil lección que aprendí a través de la muerte de mi padre y a través del sufrimiento que he experimentado fue aceptar el amor de Dios en medio de esta pena y dolor. Yo entendía el amor de Dios para conmigo no en saber que toda la pena que estaba sintiendo me maduraría o formaría más el carácter de Cristo en mí, sino en entender que Dios estaba también experimentando mi dolor. El Dr. Dan G. McCartney, profesor de Nuevo Testamento del Seminario Teológico Westminster, señala algo simple y obvio acerca de Mateo 11:29-30, él escribe: “Estar unido con Jesús significa que nosotros compartimos su sufrimiento y él comparte el nuestro.” En otras palabras, Dios no sólo se entristece con nuestro dolor, sino también que él está viviendo esto con la misma intensidad, y él esta también llevando en sus hombros la dificultad que trae esta tristeza.
Esta es la verdadera esperanza que una persona puede encontrar cuando esta atravesando momentos de sufrimiento y dolor: No que un futuro mejor esta por venir, sino que el amor de Dios se evidencia en que él llega a ser el sanador divino y también se identifica con el dolor mismo. De esta manera el creyente puede hallar fortaleza para enfrentar el sufrimiento. Y este es uno de los misterios de la cruz, que él mismo sufrió con nosotros y por nosotros, para que podamos acercarnos a él y él se puede acercar a nosotros. Sabiendo esto, puedo entender que él es Emmanuel - Dios con nosotros; que él esta conmigo, y no en contra de mí.

LA SEGUNDA PARTE DE ESTE TESTIMONIO SE PUBLICARÁ ABRIL 4 DE 2005 EN www.xsulon.blogspot.com

4 comentarios:

Roberto Iza Valdés dijo...
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
Roberto Iza Valdés dijo...
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Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
liz... dijo...

Y Si mi padre murio en un accidente aereo quiere decir que Dios no se lo llevo sino el accidente? :(