Hay momentos en la vida cristiana, que se repiten constantemente, y éstos son los momentos en que se camina en tinieblas. No me refiero a estar en un infierno, pero más o menos. Éstas tinieblas son el resultado de un curioso, se podía también decir terrible, trato de Dios para mi vida. Este trato es útil para madurarme y enseñarme a depender completamente en él. A depender de él cuando hay mucha luz y también cuando siento que las tinieblas me tienen abrumado. De nuevo, no me refiero a estar en manos del enemigo, pero sí a caminar en la oscuridad que Dios permite para mi formación (Isaías 45:7). Y durante este caminar, es claro que Dios está a mi lado, que me está acompañando, dándome su mano en medio de la oscuridad.
Es entonces normal sentir que no puedo más, que andar en oscuridad es demasiado para mí o tal vez que de esta oscuridad ya no tenga salida (Salmo 88:18). Pero, así como dijo el siervo de Dios en Lamentaciones, en medio de una gran aflicción, nosotros no debemos dejar la esperanza que Dios nos ayudará a superar nuestros momentos de tinieblas. Dice Lamentaciones 3:22-26, Que por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias; nuevas son cada mañana. ¡Grande es tu fidelidad! "Mi porción es Jehová; por tanto, en él esperaré", dice mi alma. Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que lo busca. Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová.
No debo entonces, temer a las tinieblas; tampoco debo desperarme en medio de ellas. Debo actuar con calma y no debo moverme hasta que Dios me lo indique. A veces es necesario sufrir un poco las tinieblas, para comprender que debo guardar silencio, que debo ser paciente, que debo esperar en Dios para que él actue. En medio de las tinieblas es que recuerdo que Dios es quien salva y no yo.
viernes, octubre 26, 2007
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario