lunes, octubre 31, 2005

¿Nos conocemos?

Conocernos significa mucho más que identificar a alguien con la mirada. “¡Yo sé quién es ese!” o “¡yo he escuchado hablar de tal persona!” son a menudo las palabras con las que nos referimos al hecho de conocer a nuestros compañeros. Tal vez eso nos sirva para identificarnos con un grupo de personas, o tal vez sólo para sentirnos parte de una familia; pero descubrir aquello que realmente hace a una persona totalmente distinta a otra, es una experiencia que quizá tarde más que descubrir a alguien con una simple primera impresión. Esas simples impresiones son las que terminan condicionando lo que uno piensa del otro, o del tal grupo, o de tal ciudad, o de lo que sea, y al final, nos condenamos a las apariencias tan superficiales como el primer vistazo que le damos a las cosas, o en este caso, a la gente.

Cuando aceptamos la decisión de asesorar en Cali el ministerio de los hijos de misioneros, fue precisamente esa primera impresión la que generaba cierto temor. “Que eso es bien difícil,” “que eso ya no se puede,” “que intentarlo una vez más era perder el tiempo,” etc., eran sólo algunas de las cosas que pensábamos, o que otros podían decir acerca de este desafío. Pero aquello que finalmente nos impulsó a tomar esta responsabilidad, fue el hecho de poder servir a los hijos de los siervos de Dios. Unos muy pequeñitos todavía, otros en plena etapa de pubertad y la mayoría en la adolescencia, eran el grupo de personas que Dios no había entregado para servirles.



Cuando nos reunimos en célula o como lo hicimos para el día del amor y la amistad, vemos varias cosas. La mayoría de ellos se “conocen”, incluso, algunos desde muy pequeños se dicen ‘primos’ o simplemente se reconocen por haber estado en una ciudad por algún tiempo, o porque son los hijos del líder de sus padres, entre otras situaciones. Pero el tiempo que llevamos en este ministerio nos ha mostrado que las apariencias se derrumban con el primer cruce de palabras, que una cosa es verlos detrás de sus padres en las reuniones y otra en los espacios que este ministerio ha venido construyendo. En los tiempos de célula resultan no ser tan introvertidos, todos están llenos de sueños profesionales, les interesan las mismas cosas que a un joven de su edad le podrían interesar. Se sienten observados todo el tiempo por los discípulos de sus padres, se quejan de las reuniones los domingos y todos coinciden en que explicar el “video” del distrito a sus amigos es un rollo completo. Pero a la pregunta “¿Qué es lo mejor de ser hijo de misionero?” todos responden: el privilegio de ser olivo puro; conocer a Dios desde temprana edad es una bendición; disfrutar de esta hermosa familia de la Cruzada - Centi es algo que no quieren perder. Aquí entonces descubrimos otra cosa, que ellos mismos también están construyendo un nuevo “conocer” a sus hermanos de toda la vida, se están dando la oportunidad de mostrarse tal y como son, y que mejor espacio que éste, el de la familia, el de los primos, el que quizá nunca, a pesar de las distancias, se terminará para ninguno de ellos.

Iván Darío Ñungo Mikan
Ángela María Castaño Tobón
Encargados Ministerio de Hijos TC - Cali

domingo, octubre 16, 2005

Comenzó la recolección de firmas del Referendo


Este 15 de Octubre, comenzó exitosamente la recolección de firmas para el referendo propuesto por el C4. Estas son algunas fotos de este primer día de recolección en la ciudad de Bogotá (calle 170 con autopista norte).

lunes, octubre 10, 2005

Testimonio Juan David Rodriguez - Venezuela

Soy Juan David Rodríguez, nací en Monterrey México, tengo 18 años de edad, y quiero glorificar a Papá Dios por lo que ha hecho en mi vida. Recuerdo que desde chiquito yo decía que quería ser misionero (dedicarme de tiempo completo a servir a Dios) y buscar sentirme feliz y realizado. Como cualquier ser humano crecí con algunos faltantes y necesitaba sentirme mucho mas amado de cómo mis padres y familia ya me amaban. Fue así que al no encontrar el amor que satisficiera mi necesidad me llene de muchos conflictos y mi personalidad se veía influenciada por algunas experiencias que para mi no eran gratas ante Dios; por esto me enemiste conmigo mismo y por supuesto con Papá Dios, que siempre termina pagando los platos rotos. Cuando tenia 14 años de edad tuve un sueño de ir a los Estados Unidos y aprender ingles, esto me llevo a orar mucho y como siempre Papá Dios me escucho y me llevo a Miami por 3 meses en donde el primer choque con la realidad fuera de casa fue: “¡OH me agarro de algo o que voy a hacer!”, y efectivamente comencé a buscar a Dios fervientemente, encontré amor y felicidad y tanto fue que sin tener el CF1 (Curso de Formación 1), el Señor me desafió a dirigir un Movimiento Juvenil Cristiano (MJC), a lo que por cierto le tenia mucho miedo.

Luego de 2 años, aun seguía sintiendo vacíos y habían cosas que creía que estaba bien, pero la verdad no era así; el sueño por estudiar siguió creciendo y mi anhelo era servirle al Señor en Estado Unidos. Fue así como comencé a soñar con el CENETI para capacitarme; ja,ja(!!!) no me imaginaba lo que me iba a encontrar allá; luego de un intensa búsqueda en oración y paciencia al cabo de 6 meses Papá Dios un día después de mi graduación de Bachillerato me puso en una avión rumbo a Cali al CENETI INTERNACIONAL II Semestre 2004. No me imaginaba lo que me esperaba; desde el avión Dios comenzó a tratar mi vida; la primera semana en el Redil empezaron a aflorar mis conflictos que por cierto tapaba pero mi líder en ese momento se las pillaba toditas y comenzó a minístrame. Un dial orando le dije lo que me pasaba y en un tiempo de sanidad interior el Señor comenzó a vendar muchas heridas en mi corazón. Después fue un proceso de pulimento donde seguían aflorando incongruencias en mi ser, así termine con nueva visión y salí convencido que yo era especial, y ahora de nuevo en mi heredad después de 5 meses de aprender y aprender era la hora de aplicar. Así después de 8 meses en donde mi carácter fue pulido y mis temores eran identificados Papá Dios me llevo al congreso Internacional en Miami, donde se termino de definir y se dio la estocada final para reconocer que debía reconciliarme con Papá Dios y conmigo mismo. Fue allí donde en un tiempo de sanidad interior, Dios me sano y me llevo a reconciliarme con él. El cambio fue inmediato y termino de bajar al corazón y aplicar la reconciliación total en el congreso Nacional de Jóvenes en Venezuela.

Hoy soy un muchacho feliz, conciente de sus raíces espirituales, formándose para conquistar las naciones y mas convencido de quien soy y a donde voy (Éxodo 34:10).

Por eso les invito a que hablen con sus líderes y se dejen tratar por Dios.

Juan David Rodríguez
Caracas, Venezuela.